El estreno de la soprano polaco-estadounidense Alexandra Nowakowski, acompañada por el pianista alicantino Francisco Cholbi, fue todo un éxito. El repertorio que presentaron fue una perfecta mezcla de música lírica de España y Polonia, con una selección muy cuidada de piezas exigentes en las que la cantante becada por la Fundación Ópera Actual, institución colaboradora de la velada, dio sobradas muestras de la purera, el brillo y la calidad de su voz, cargada expresividad emocional. En el Teatro Principal de Alicante el público disfrutó de una aspirante a gran estrella que sorprendió por su facilidad para alcanzar notas altas.
Abrió el concierto con Tríptico de canciones Op. 81, de Joaquín Turina, uno de los compositores más relevantes del impresionismo musical español. Se trata de una pieza llena de lirismo con connotaciones clásicas del folclore español, sobre la base de los poemas de Gustavo Adolfo Bécquer, que encandiló desde la primera Olas gigantes, llena de romanticismo, cercano a lo decadente salvo, quizá, en el final, donde Alexandra se ajustó perfectamente al carácter dramático que definió el autor. De inmediato abordó Tu pupila es azul, llena de toques andalucista llena de gracia. Ambiente que también estuvo presente en la tercera (Besa el aura), en la que el piano mantuvo el clima poético.
Introdujo entonces a un autor polaco, Chopin, con tres de sus Canciones Polacas Op. 74, unas piezas que recogen el espíritu melódico de la música de su tierra, con la que el compositor explora y honra la tradición vocal de su país de origen. La primera de ellas, Moja pieszczotka, es probablemente la que suena más completamente chopinesca, una mazurca sobre un poema de amor de Mickiewicz, en la que Nowakowski supo estar a la altura de la sofisticación y complejidad de los acordes. De inmediato se sumergió en la delicada e íntima melodía de Wiosna y el carácter más liviano y divertido de Piosnka litewska.
Retornó al repertorio español de la mano del compositor vasco Jesús Guridi, con dos de las Seis canciones castellanas, inspiradas en canciones tradicionales recogidas por Cesáreo Garda en Candeleda (1936). para la película La malquerida. Estas obras expresan el carácter folclórico y las melodías típicas de su tierra. La primera Allá arriba en aquella montaña, sonó bucólica, lírica y expresiva; Mientras que la segunda, una jota castellana no quiero tus avellanas, estuvo plena de autenticidad y belleza.
Cerró la primera parte con unas piezas poco conocidas, las Canciones Op. 7, de Ignacy Jan Paderewski, un músico polaco de dimensión internacional, todo un referente de la música de su país. En las tres obras que interpretó Alexandra Nowakowski (Gdy ostatnia róża zwiędła, Sziwy koniu y Szumi w gaju brzezina) transmitió, con elegancia, técnica y profundidad, los sentimientos de amor, nostalgia y admiración serena por el entorno natural. Tanta intensidad tuvo la interpretación que conmovió al púbico con el sentido poético de las letras y su musicalidad.
Abrió la segunda parte con las Siete canciones populares españolas, de Manuel de Falla, una extraordinaria y variopinta colección de temas para voz y piano, que van desde la inspiración andaluza de El paño moruno, a la pieza Polo, inspirada en el cante flamenco, pasando por la Seguidilla murciana, la popular y melancólica Asturiana, la animada Jota, la melódica y armoniosa Nana y la expresiva y lírica Canción. En todas ellas la cantante y el pianista estuvieron a la altura técnica y emocional de la música popular español y de los diferentes ritmos de cada composición.
En la recta final del concierto, abordaron otro reto de primer nivel con el Poema en forma de canciones, segunda pieza del maestro Turina. Se trata de una obra que refleja la rica herencia musical española, al tiempo que incorpora elementos estilísticos de la música impresionista. Alexandra Nowakowski supo transmitir el lirismo y la profundidad de expresión de unas piezas que destacan por la fusión de influencias, que se ha convertido en una obra distintiva en el repertorio vocal español del siglo XX. Las cinco canciones (Dedicatoria, Nunca olvida, Cantares, Los dos miedos y Las locas por amor) que tienen un maravilloso hilo conductor, reflejan escalas demostrativas de la riqueza folclórica española. Los asistentes disfrutaron del lirismo y la expresividad de la atmósfera emotiva creada, con diversos estados de ánimo en cada canción. Es de destacar tanto el importante papel del piano y lo que resalta la expresividad de la música, como en ciertos elementos armónicos asociados con el impresionismo musical a base de armonías extendidas y colores armónicos evocadores.
Cerró la excelente actuación la obra Selección de canciones amatorias, de Enrique Granados, una creación de gran dificultad para los artistas, que refleja la sensibilidad romántica y la pasión de la música española. La interpretación estuvo cargada de expresividad y de capacidad para transmitir una amplia gama de emociones a través de la combinación de voz y piano, con matices apasionados y dramáticos. Uno de los atractivos de la pieza es que las canciones se basan en una selección de poemas de diferentes autores, lo que genera una variedad de estilos poéticos, en los que la cantante supo reflejar la esencia de cada poema, superando con éxito los desafíos técnicos de la siempre compleja interpretación de la música de Granados.
La soprano correspondió a la calurosa despedida del público con dos bises: O mio babbino caro, de Puccini y una repetición de No quiero tus avellanas, de Guridi.