La primera visita de la guitarrista de origen croata Ana Vidović a la Sociedad de Conciertos de Alicante, con una actuación destacada dentro del programa del 50 aniversario de la institución, entusiasmó al numeroso público que se dio cita en el Teatro Principal de Alicante para ver actuar a una artista prodigiosa, con un currículo extraordinario que, pese a su juventud, atraviesa un momento magnífico, y que conjuga su madurez musical con una gran proyección en el futuro para devolver a la guitarra, el instrumento español por antonomasia, el esplendor que se merece y contribuir a que recupere su lugar en la programación de música clásica.
Ana Vidović exhibe una técnica exquisita, un completo dominio del instrumento y de la escena, aderezado con un estilo muy personal para abordar cada pieza, del que sobresalen su nitidez, claridad de discurso y emoción. Así quedó patente desde la primera pieza, la Suite para violonchelo n. 1, de Bach (transcrita por Valter Dešpalj), en la que ofreció una interpretación cuidada y llena de belleza. Desde el primer compás definió su capacidad para interpretar con éxito una pieza de gran profundidad anímica, ofreciendo un sonido mesurado, con claridad en el fraseo, escaso ornamento y especial esmero en los momentos clave.
Siguió la Introducción y Variaciones sobre un tema de Mozart, op. 9 (inspirada en la ópera La Flauta Mágica del compositor austríaco), de Fernando Sor, considerado el Beethoven de la guitarra, que Ana Vidović expuso con una elegancia suprema, unos espectaculares matices dinámicos y un excepcional juego de contrastes melódicos. A continuación, abordó la composición Capriccio Diabolico, Op. 85 (Omaggio a Paganini), de Castelnuovo-Tedesco, dedicada al maestro Andrés Segovia. Una pieza vivaz y llena de expresividad en la que la guitarrista mostró su grandísimo virtuosismo técnico para mostrar sonoridades más amplias.
Concluyó la primera parte con dos composiciones de Albéniz: Granada y Asturias. En ambas dejó patente las peculiaridades de la música española y abordó con especial brillantez unos adornos estéticos limpios y llenos de calidad. Es preciso destacar la completa gama de registros anímicos y los deslumbrantes arabescos de raíz flamenca de Granada, que quedaron redondos integrados en el excepcional fondo musical y exquisita técnica de la artista.
Abrió la segunda parte del concierto con Recuerdos de la Alhambra; Capricho árabe; Danza mora, de Tárrega, tres piezas genuinas, llenas de un ambiente mágico, y luminosidad, que llenan el ambiente de sabor de Andalucía y toques orientalizantes, que la artista interpretó con naturalidad, sencillez y un punto de pasión. Dio un salto geográfico a Latinoamérica para tocar La Catedral, una obra del compositor paraguayo Barrios Mangore, en la que dejó ver su cara más lírica y trascendental sin perder su impecable sobriedad técnica.
En la recta final del concierto retornó al barroco y a un tono bachiano de la mano de Scarlatti, con la Sonata in D minor K. 213, L.108, Sonata in D minor K.1, L. 366 y la Sonata in A major, K. 322, L. 483. Ana Vidović consiguió un fraseo medido, elegante, con mucha atención a los sentimientos más íntimos, con carácter y una personalidad arrolladora.
Cerró el concierto con una bellísima pieza más actual, Un día de Noviembre, de Brouwer, una explosión de sonido romántico y multicultural, refinado y transparente, lleno de naturalidad, profunda musicalidad y un fraseo perfectamente construido.
Recompensó la intensa ovación y el cariño del público con el bis Cavatina, de Stanley Myers, que nos evoca la banda sonora de la película El cazador, de Michael Cimino.