La apertura de la temporada del cincuenta aniversario de la Sociedad de Conciertos no ha podido tener más fulgor gracias a la visita del carismático pianista Christian Zacharias, uno de los más brillantes del panorama internacional. Zacharias es un artista que desprende humildad y seguridad a partes iguales, que ofrece música refinada, sutil, con una técnica impecable.
El concierto que ofreció en el Teatro Principal de Alicante fue una demostración de profundo conocimiento musical, en el que abordó dos temas de gran dificultad técnica, a los que aportó su toque personal de nitidez combinada con una gran dosis de calidez, para aportar a la interpretación una narrativa muy particular, así como una infinidad de matices, detalles y colores, que le convierten en un comunicador fuera de lo común, que va mucho más allá de las notas.
Zacharias es un mago del teclado que destaca por una expresividad lingüística brillante y dominio total del ritmo, como quedó patente en la primera e intensa pieza del concierto: Les Saisons, de Tchaikovsky. Esta obra fue realizada por encargo del editor de la revista musical Nouvelliste, que publicó una pieza para cada mes del año. El pianista nos ofreció un mundo de sensaciones en los que retrató, con minucioso detalle y perfección, las sensaciones poéticas, cercanas a la pintura, que identifican cada una de estas mensualidades con momentos clave (en enero la chimenea; en febrero, el carnaval; en marzo la llegada de las alondras; en abril la campanilla del invierno; en mayo, las noches estrelladas,…). Estas miniaturas musicales adquieren categoría sublime en una interpretación pausada, refinada y que desborda emoción.
Después del descanso Zacharias interpretó la Sonata en re mayor D 850 (conocida como Gasteiner), de Schubert, una pieza que por su extensión puede parecer menos atractiva que otras de su repertorio, puesto que es difícil mantener el interés del público durante los 40 minutos que dura la pieza. Nada más lejos de la realidad.
Zacharias supo conquistar al público con un fraseo que deleitó a los asistentes con su impecable ejecución, en la que demostró una técnica brillante y un virtuosismo que le lleva a profundizar en el sentido de la pieza en busca de la máxima expresión de belleza. Desde la torrencial apertura hasta el pausado y susurrante final, la obra posee una cadencia natural en los cambios de ritmo y de ánimo, armónicos y melódicos que generan una rica variedad de texturas hasta el sorpresivo silencio final.
Los numerosos asistentes premiaron su excepcional concierto con un prolongado y caluroso aplauso, al que el artista correspondió con un precioso bis, La Sonata en si menor, de Scarlatti.
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