La sexta visita del Trío Wanderer a la Sociedad de Conciertos de Alicante, con motivo del 50 Aniversario, fue memorable. La actuación puso de manifiesto la excepcional relación musical y la extraordinaria sincronización de sus miembros, en un ejercicio en el que el virtuosismo individual se combina de forma extraordinaria para crear un sonido único, equilibrado y preciso. Su paso por el Teatro Principal dejó constancia de que es uno de los conjuntos de música de cámara más destacados y emocionantes de la actualidad. Los miembros del trío, compuesto por el pianista Vincent Coq, el violinista Jean-Marc Phillips-Varjabédian y el violonchelista Raphaël Pidoux, demostraron que son músicos consumados, poseedores de un virtuosismo técnico excepcional. La ejecución del delicioso y complejo programa elegido fue fluida, llena de intensidad y sentimiento.
La cohesión entre los músicos del trío quedó patente desde la primera nota del Trío n.°1 en re menor, op. 49, de Mendelssohn, una obra maestra del repertorio de música de cámara, que sonó pletórica de belleza melódica y repleta de sentimientos, desde la pasión y la alegría hasta la melancolía introspectiva. Los intérpretes bordaron el contrapunto entrelazando los sonidos de forma cuidadosa y elaborada, con un equilibrio excepcional entre los tres instrumentos: el violín, el violonchelo y el piano.
Cerró la primera parte el Trío en mi bemol mayor op. 148, D. 897 Notturno, de Schubert, una joya musical, que traslada una atmósfera íntima y melancólica, que genera una sensación de nostalgia y contemplación. El trío hizo fluir suavemente esta pieza con frases llenas de emotiva cadencia, para mostrar toda la belleza de los hallazgos melódicos y los fascinantes efectos sonoros, a veces casi impresionistas, que encierra. Especial brillantez mostraron los artistas en el tema principal del Notturno, una melodía punteada, con un carácter rítmico inusual, tanto con el pizzicato de los dos instrumentos de cuerda o con su equivalente en acordes de piano.
En la segunda parte ofrecieron una excepcional versión del Trío n. 2 en mi menor, op. 67, de Shostakovich, una obra tan intensa como compleja y expresiva y un desafío técnico que el Trío Wanderer superó de una forma admirable. Con una interpretación técnica impecable abordaron una amplia paleta de emociones, desde la melancolía y la tristeza hasta la angustia y la desesperación. El público vivió los intensos contrastes dinámicos y los cambios abruptos de humor que ofrece la pieza, creando una atmósfera tensa y emotiva, que fue creciendo hasta generar un espacio oscuro y opresivo al final del primer movimiento.
Después de las extraordinarias texturas musicales del segundo movimiento, lleno de agitación y urgencia, los músicos se exhibieron en el tercero, el más conocido y conmovedor de la obra, por el extraordinario diálogo entre los tres instrumentos que expresaron las más intensas emociones humanas de dolor y desolación. El último y brillante movimiento, un scherzo, que rompió la atmósfera melancólica para pasar a un ambiente y unos ritmos más inquietantes, que avanzan hacia un final abrupto lleno de incertidumbre.
El público, entusiasmado por el despliegue virtuoso del trío, les premió con una gran ovación, a la que respondieron con dos extraordinarios bises: VI movimiento del Trio nr. 4 Op. 90, de Dvorak y D’un Matin de Printemps, de Lili Boulanger.