Adolfo Gutiérrez Arenas, pese a su juventud, es un músico de talento infinito capaz de llenar, él solo, el desnudo escenario del Teatro Principal de Alicante, con su personalidad, con su sonido perfecto, su extremada delicadeza, su pericia y su ejecución equilibrada, redonda, entusiasmó al público que siguió con deleite el cuidado programa monográfico de Bach. Durante toda la noche los asistentes disfrutaron con seis suites unidas por la estructura de danzas pero que ofrecen tonalidades variadas en las que se reflejan distintos momentos emocionales.
Llama la atención su dulce intensidad, su madurez interpretativa, su riqueza musical y la sencillez de su música, que le permiten superar con éxito los retos técnicos que representan las seis suites de este prodigioso compositor alemán, a las que se enfrenó Adolfo Gutiérrez con un concepto unitario, con nitidez y claridad, sin pedantería. El violonchelista ofreció su particular y creativa visión de estas piezas consideradas catedrales de la música, llenas de desafíos técnicos y expresiones cargadas de emociones, en las que sobresalió Gutiérrez.
Abrió el concierto con la Suite n.º 1 en Sol mayor, BWV 1007. una de las obras más conocidas del compositor, esencial en el repertorio de violonchelo solo. Se trata de una pieza de líneas puras y sencillas, llena de belleza y profundidad melódica que conmueve y cautiva, especialmente la Sarabande, lenta y melancólica, contrastando con los movimientos más rápidos y alegres. Adolfo Gutiérrez mostró su un control preciso del arco en el fraseo y en la articulación, así como una interpretación sensible de las dinámicas y las ornamentaciones.
Afrontó acto seguido la Suite n.º 4 en Mi bemol mayor, BWV 1010, una obra llena de desafíos técnicos en los pasajes rápidos, los arpegios, y en las cuerdas dobles, en las que exhibió su excepcional talento. Los movimientos de Bourrées, danzas de carácter más rápido y alegre, añadieron un toque festivo a la suite, en contraste con la serenidad de la Sarabande.
Cerró la primera parte con la Suite n.º. 5 en Do menor, BWV 1011, una composición que puso a prueba la pericia del músico con movimientos excepcionales en los arpegios, saltos, cuerdas dobles y una amplia gama de técnicas de arco. Sonó especialmente bella la Sarabande, una danza lenta que es especialmente conocida por su profunda expresión emocional, llena de matices. Destacaron los movimientos de Gavottes debido a su carácter más rápido y vivaz. Estas danzas aportan un contrapunto enérgico a las secciones más lentas y solemnes.
La segunda parte del concierto empezó con la Suite nº. 2 en Re menor, BWV 1008, una composición que destaca por su carácter expresivo y melancólico, con una Sarabande especialmente lenta y conmovedora en la que el músico exploró una amplia gama de cromatismos musicales. Los movimientos de Minuets, Bourrée y Gigue aportaron un hermoso contraste por su carácter más rápido y ligero, lleno de energía y vitalidad, equilibrando la melancolía de los movimientos más lentos. Es de destacar la solvencia técnica y la precisión que demostró en las cuerdas agudas.
En la penúltima pieza, la Suite n.º 3 en Do Mayor, BWV 1009, ofreció una amplia gama de ritmos, elegantes y luminosos. La Sarabande sonó conmovedora. La interpretación tuvo momentos muy atractivos y llenos de virtuosismo, con cambios de posición y arpegios.
Cerró la fabulosa actuación con la Suite n.º 6 en Re mayor, BWV 1012, la última de las seis suites para violonchelo solo del compositor, marcada por su carácter majestuoso, alegre y su profundidad emocional. Adolfo Gutiérrez mostró su alta capacidad para superar los retos marcados por los arpegios, saltos, pasajes virtuosos y cuerdas dobles. Es reseñable la Sarabande, un movimiento particularmente expresivo que contrasta con la alegría de los movimientos más rápidos. La composición muestra una clara influencia de la música francesa en su estilo y estructura, particularmente en las danzas como las Gavottes y la Gigue.
El público disfrutó del concierto y le mostró su agradecimiento con un caluroso aplauso, al que el músico respondió con el preludio de la Suite n.º 1 como bis.