El Cuarteto Emerson cerró su séptima y última actuación en la Sociedad de Conciertos con un mensaje lleno de afecto que sonó a un hasta siempre: “Nuestro más sincero agradecimiento por el cariño y el apoyo que la Sociedad nos ha dado a lo largo de todos estos años”. El grupo de cuerda pidió expresamente participar en la programación de la Sociedad de Conciertos en su gira de despedida de los escenarios y lo ha hecho como siempre, a lo grande, con un programa impecable dedicado a Schubert y una interpretación de alto nivel técnico, llena de musicalidad, de matices y detalles sonoros.
Si hay dos características que avalan su estilo son: el equilibrio sonoro entre los cuatro instrumentos, lo que aporta homogeneidad, y la fidelidad a la propuesta del compositor, con interpretaciones llenas de emotividad y expresión musical que conectaron, una vez más, con el público de Alicante.
Abrieron el concierto con una composición considerada como una las obras más influyentes en el repertorio de música de cámara, Quartet in A minor, Rosamunde, D. 804 es una fantástica obra recorrida por una constante sensación de melancolía y tristeza. Es destacable la profundidad del segundo movimiento que Schubert compuso originalmente para la música de la obra de teatro Rosamunde, Fürstin von Zypern, de Helmina von Chézy. Los artistas supieron exprimir todos los contrastes dinámicos y expresivos de la pieza y lograron contagiar al público de su gran dramatismo y emotividad, con un uso exquisito del arco y del pizzicato.
La segunda pieza fue la pieza Quartettsatz and Fragment in C Minor, D. 704, de Schubert. El cuarteto se empeñó a fondo desde la primera nota para interpretar con éxito esta innovadora pieza llena de complejidades armónicas y variedad emocional, desde los pasajes más alegres y ligeros hasta momentos sombríos y melancólicos. Los cuatro músicos dieron claras muestras de su talento para superar las numerosas exigencias técnicas, llenas de belleza melódica.
Su magnífica interpretación tuvo como premio un merecido aplauso del público al cierre de la primera parte, preludio de la calidad de la segunda en la que interpretaron el Quartet in G Major, D. 887, una pieza de gran atractivo y dificultad. Mantiene el tono melancólico habitual en el autor. El cuarteto interpretó con gran dinamismo y especial énfasis en los contrastes, con pasajes de gran intensidad seguidos de momentos más suaves y delicados, llenos de emotividad, en los que el autor explora nuevas variedades de recursos armónicos, para crear ambiente melancólico, de gran expresividad, pasión y originalidad.
Después de una larga e intensa ovación de agradecimiento y despedida, regalaron al público una maravillosa pieza de Doce cipreses.