El pianista Dezsö Ránki llenó el Teatro Principal de Alicante con un programa de piezas fascinantes, llenas de contrastes, y muy exigentes, que obligaron al artista a transitar de un estilo a otro de forma rápida y con clase, haciendo que lo difícil parezca accesible y atractivo. Ránki, que ha visitado numerosas veces la Sociedad de Conciertos, mostró, en toda su extensión, su estilo sensible y poético, que se diferencia por el cuidado que pone en todos los detalles y por su búsqueda permanente de la belleza y la expresión musical profunda, llena de personalidad.
En su interpretación transmitió una gama de texturas y colores sonoros muy nítidos y brillantes, con gran atención a la articulación y la dinámica de cada pieza hasta transmitir la esencia emocional de cada obra a un público que se mostró conmovido.
Todo su refinamiento y su sensibilidad quedaron patentes desde las primeras notas de la Sonata para piano en La bemol mayor, Hob XVI:46. de Haydn, que Ránki tocó con elegancia, alternando con precisión tanto los momentos líricos como los delicados y sensibles. En el último movimiento, enérgico y virtuoso, estuvo brillante y rico en emociones.
Cerró la primera parte con la pieza Imágenes I & II, de Debussy, que son piezas clave en el repertorio del compositor y de gran incidencia en la música del siglo XX. El pianista captó la esencia impresionista de las dos piezas, con una recreación de una atmósfera evocadora y poética. Su magistral definición de los tempos y los ritmos desde la rapidez de Reflejos del agua, hasta la energía de expresión que trasmite paisajes sonoros de Paisajes, pasando por la quietud y la melancolía de Hojas muertas, definen un artista impecable en la ejecución. El cierre, con la segunda parte de la obra, Cloches à travers les feuilles, la primera pieza de Imágenes II, es una pieza en la que Debussy utiliza la técnica del pedal para crear un efecto de campanas que suenan a través de las hojas de un árbol. La interpretación de la segunda suite le permitió recrearse en su virtuosismo y en el transmitir el alma de la pieza innovadora, que combina a la perfección misterio, nostalgia y la creación de ambientes sonoros que transmiten imágenes oníricas de tañer de campanas, peces dorados nadando en los estanques, con las que termina la rápida y animada Poissons d’Or.
Cerró el concierto, después del descanso, con la Sonata para piano en Si bemol mayor núm. 21, D. 960, de Schubert, que abrió interpretando, de forma soberbia, una de las obras maestras de la literatura para piano, famosa por contar con uno de los movimientos más largos y famosos del compositor. Se trata de una obra de gran belleza y complejidad emocional. El artista trasladó al público desde el lirismo a la melancolía a la tristeza con un contrapunto delicado y muy elaborado, que avanzó con maestría hasta el cierre de la obra con fuerza y determinación.
El público, entregado ante su técnica y virtuosismo, aplaudió en agradecimiento a la magnífica interpretación y Ránki les gratificó con la obra Sancta Dorothea, de Liszt.