El esperado regreso del maestro Enrico Pace, al Teatro Principal, invitado por la Sociedad de Conciertos de Alicante, permitió a los aficionados a la buena música disfrutar de su excepcional talento. En esta ocasión, el artista italiano un pianista cuya sensibilidad es reconocida en todo el mundo, ofreció un programa que transitó desde la introspección de Schönberg hasta la exuberancia de Liszt, dejando una profunda huella en el público alicantino. Enrico Pace ofreció una velada inolvidable, demostrando una vez más por qué es considerado uno de los grandes pianistas de nuestro tiempo. Su técnica impecable, su sentimiento musical y su capacidad para transmitir emociones a través del piano lo convierten en un artista único.
La primera parte del recital nos sumergió en la modernidad de Arnold Schönberg, con sus 6 kleine Klavierstücke, Op. 19. Pace abordó estas miniaturas con una precisión milimétrica, revelando la intrincada belleza de cada fragmento. Su control del matiz y la claridad en la articulación permitieron apreciar la estructura atonal de la obra, sin perder nunca la expresividad. A continuación, la Sonata para piano en Sol mayor, D. 894, de Schubert, nos transportó a un mundo de lirismo y melancolía. El pianista demostró su capacidad para crear atmósferas evocadoras, con un sonido cálido y un fraseo exquisito.
Tras el intermedio, el ambiente se tornó más íntima con los 3 intermezzi per a piano, Op. 117, de Brahms. El pianista italiano nos regaló una interpretación de gran profundidad emocional, resaltando la belleza melódica y la complejidad armónica de estas piezas. Su dominio del pedal y su capacidad para crear texturas sonoras sutiles fueron especialmente notables.
El broche de oro del recital fue Années de Pèlerinage, Première année: Suisse, S. 160: VI. Vallée D’ Obermann, de Liszt. Pace abordó esta obra cumbre del repertorio pianístico con una técnica y una inspiración deslumbrantes, desplegando toda su potencia y virtuosismo. Los pasajes de gran dificultad técnica fueron ejecutados con una limpieza y claridad asombrosas, sin perder nunca la musicalidad y definiendo perfectamente el tempo.
El público quedó extasiado ante la fuerza y la belleza de esta interpretación y gratificó el gran concierto con un caluroso aplauso. El músico agradeció el cariño del público con los bises: Bagatelle n.º 4 Op. 126, de Beethoven, y Petrarca soneto 104 “Pace non trovo”, de Listz.