Unas 400 personas llenaron el Aula de Cultura Fundación Mediterráneo para asistir al Concierto Benéfico por la Paz que la Fundación Sociedad de Conciertos de Alicante ha organizado a favor de la ONG Rafiki África. La actuación de Concorda Duo, formado por la pianista Victoria Marco y el violonchelista Miguel Ángel Ros, estuvo repleta de momentos emotivos, como cuando ambos artistas se dirigieron al público y afirmaron que “la música es un vehículo de cohesión social y sirve para recordar a todas las víctimas de los conflictos, las injusticias y las guerras”.
El presidente de la Fundación Sociedad de Conciertos de Alicante, Alfonso Ramón-Borja, ha agradecido a artistas y asistentes su compromiso con la causa y que su apoyo va a contribuir a evitar una hambruna en Uganda, territorio en el que centra su atención la ONG. El presidente de la misma, Juan Amirola, ha mostrado su satisfacción por el amplio respaldo que ha tenido la iniciativa y ha agradecido a la Fundación Sociedad de Conciertos de Alicante y a los músicos su iniciativa que les va a ayudar a cumplir con sus objetivos.
Un concierto lleno de energía y pasión
Concorda Duo abrió el programa con la obra Tres romanzas Op.22, de Clara Schumann, exuberante y conmovedora, con momentos delicados, llenos de melodía, sinceridad y contrastes entre la energía y la tristeza, en los que hasta los allegros tienen un punto de oscuridad. Acometieron seguidamente el Adagio y Allegro Op. 70, una pieza cumbre de Robert Schumann, una pieza espléndida, fresca y apasionada, interpretada con gran colorido y un despliegue de técnica depurada. Cerró la primera parte una magistral y bella interpretación de Lieder Op. 105, de Johannes Brahms.
En la segunda parte llegó la música más comprometida e intensa, con un tono elegiaco, como anunció Victoria Marco antes de tocar los primeros acordes de Kol Nidrei, Op. 47, de Max Bruch, con idílicas melodías de raíces hebreas de extraordinaria belleza y profundo sentimiento, interpretadas con pasión, sensibilidad y firmeza. Siguió el Chant du Ménestrel, Op. 71, de Alexander Glazunov, lleno de intensa melancolía, lirismo y esencias de romanticismo. El dúo abordó con talento Élégie, Op. 24, de Gabriel Fauré, una obra cargada de profunda tristeza y pasajes sombríos que ascienden enérgicamente en su parte central para volver a sumergirse en un final tan bello como lleno de desesperanza. Cerró el programa oficial una brillante y vivaz ejecución de la Sonata en sol menor, Op. 19, de Sergei Rachmaninoff, en la que mantuvieron un perfecto equilibrio en el protagonismo del chelo y el piano, en una pieza que rezuma pasión y belleza.
El cariñoso aplauso del público mereció dos bises que remataron una excelente noche de música de cámara: la triste y profunda La romanza op. 21 n. 7 de Rachmaninoff y la romántica, lánguida y llena de amor doliente Los caminos del amor, de Pulenc.