La revista digital Ritmo.es publica la critica de José Antonio Cantón titulada “Reconocimiento al talento y esfuerzo de los jóvenes intérpretes”, referida al XL Premio de Interpretación Sociedad de Conciertos de Alicante- Oftalvist.
José Antonio Cantó destaca que “la triunfadora de este concurso fue la pianista Oriana Larisa Kemelmajer con el Carnaval, Op.9 de Robert Schumann en cuya ejecución el jurado ha querido valorar cómo ha revelado la personalidad del compositor a través de los compases de esta obra tan representativa del piano romántico, de la que hay que destacar su Preámbulo por la impronta que dio a su discurso y el contrastado carácter de los restantes veinte pequeños retratos musicales que integran esta obra a través de sus curiosas permutaciones tonales. Con la marcha final, esta joven intérprete de origen argentino dejó patente su capacidad descriptiva desde la música, logrando las intenciones y perfiles que el compositor quiso plasmar en esta obra, hecho que significó la demostración de un destacado punto de madurez en esta pianista, cuya formación se está solidificando en los estudios que actualmente realiza en el Conservatorio Superior de Música del Liceu de Barcelona bajo la directriz del gran maestro Stanislav Pochekin, una exigente experiencia posgrado que irá clarificando su ya bastante realizada personalidad artística”.
Sobre el segundo premio concedido a la acordeonista cántabra Sofía Ros González pone de manifiesto “que se presentaba con cinco piezas de variado estilo que le sirvieron para que pudieran ser apreciadas las posibilidades de su instrumento. En la primera, Le Cyclopes de Jean-Philipe Rameau imitó la sonoridad del clave en la manera de entrecortar sistemáticamente el impulso del fuelle. Con la Catedral destruida, que compuso el checo Václav Trojan en 1958 y que desde entonces en una de las piezas más importantes de este particular repertorio, propuso ese sentido neoclásico que dio a su interpretación que llevaba al oyente a pensar en el órgano francés del siglo XIX. Tres obras más completaron su programa destacando su versión de la Campanella de Niccolò Paganini siguiendo las pautas de adaptación al teclado propuestas por Franz Liszt. Con cadencioso tempo expresó los secretos de esta esplendente pieza en toda su magnitud, rompiendo el sistemático maltrato al que está sometida por los pianistas en aras a demostrar un superfluo mecanismo. La proyección artística de esta singular intérprete está llamada a ocupar un excelso lugar entre los especialistas en su instrumento dentro del panorama internacional. La fusión de su cuerpo con el acordeón en una sola entidad sonora hace de ella una privilegiada artista de la recreación musical”.
La crítica también hace referencia a los dos artistas que consiguieron mención especial: la soprano Andrea Braga y el pianista alicantino Juan Rodes Pintor.
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