Khatia Buniatishvili, personalidad, virtuosismo y sentimiento al piano
La presentación de la joven y mediática pianista georgiana Khatia Buniatishvili en su primera actuación en la Sociedad de Conciertos de Alicante estuvo marcada por la expectación y por un programa sin pausas tan atractivo como comprometido por la gran dificultad y por los contrastes de las piezas elegidas.
La pianista dio muestras tanto de su sensibilidad como de su talento desde la primera pieza, Gymnopédie n.º 1, del compositor Erik Satie, una danza poco convencional, breve y atmosférica, que sonó reposada y dolorosa, con una fuerte carga emocional llena de narrativa elegante. Dos piezas de Chopin, el Prélude en mi mineur op. 28, n.º 4, plena de emotividad y desesperación, con algunas pinceladas de ira; a la que siguió el Scherzo n°3 en ut dièse mineur n.º 39, pieza que puso a prueba el virtuosismo de la pianista. Hilvanó esta pieza dando un salto lleno de naturalidad al barroquismo majestuoso y brillante del Aria de la Suite pour orchestre n.º 3 en ré majeur BWV 1068, de Bach.
En el Impromptu n.º 3 en sol bémol majeur op. 90, de Schubert, mostró su perfil más lírico con melodías abiertas y relajadas, con un toque sombrío, interpretado con extrema claridad y fluidez. Para, después, sumergirse inmediatamente en la bellísima y emotiva Sérénade S.560/7 (d’après Ständchen de Franz Schubert) de Schubert/Liszt, interpretada de una forma prodigiosa por la pianista.
En un nuevo y brillante giro en la actuación recuperó a Chopin como protagonista con una animada, épica e intensa introducción de la Polonaise en la bémol majeur op. 53 (conocida como la Polonesa heroica), que enlazó magistralmente con las partes llenas de dulzura, ajustada cadencia y matices cromáticos de la Mazurka en la mineur op. 17, n.º 4.
Acometió con determinación Les Barricades Mystérieux, de Couperin, una pieza llena de contrastes que va de las melodías desprovista de ornato, a otras marcadas por cuidadas líneas melódicas enriquecidas con un exquisito y sencillo ornamento, que ofrecen una rica variación de ritmos y melodías.
En la recta final del concierto volvió a Bach interpretando el Prélude et Fugue pour orgue BWV 543 (transcription pour piano de Franz Liszt), una pieza que una gran similitud con una tocata en la que consiguió definir con precisión y notable brillo tanto los cromatismos más sencillos, menos intensos, de la introducción como las partes con más adorno musical.
La delicada calma de la Consolation n.º 3, de Listz, la más conocida de la serie, sonó con aire de nocturno del maestro Chopin, dio paso al último tema del programa, la excepcional Rhapsodie hongroise n.º 2, de Liszt/Horowitz, un cierre en el que Khatia se superó y volvió a demostrar su virtuosismo y calidad técnica.
Los asistentes, entusiasmados, le aplaudieron puestos en pie durante más de diez minutos, tiempo en el que Khatia, que disfrutó de su éxito con varias apariciones para saludar al público, les emocionó de nuevo con dos magistrales bises: el tercer movimiento de la Séptima Sonata de Prokofiev, y La Javanaise de Serge Gainsbourg.