Hacía mucho tiempo que el público de la Sociedad de Conciertos de Alicante no despedía en pie, con gritos de ¡bravo! y una prolongada e intensa ovación a un artista en su primera visita al Teatro Principal. El pasado 2 de diciembre, el virtuosismo y el exquisito estilo del violista Kirill Troussov, liderando a un impecable Quinteto Virtuosos de la Filarmónica de Berlín, ofrecieron una velada redonda, con música de gran calidad y profundas emociones que todos los asistentes recordarán durante mucho tiempo por la magistral intervención del violín solista.
Desde el primer compás, la atmósfera se envolvió en una magia especial con pasajes que desafiaron las excelsas habilidades técnicas del intérprete en La Chacona, de Vitali, interpretada por Troussov con una técnica impecable y una expresividad conmovedora, envuelta en un halo de misterio que construyó variaciones infinitas. Sobre el bajo ostinato los músicos crearon un tejido musical de extraordinaria belleza melódica.
A continuación, las delicadas armonías de las Antiguas danzas y arias para laud, Suite n.º 3, de Respighi, interpretadas por el quinteto, nos sumergieron en un ambiente de refinada elegancia generando un espectacular collage musical, dotado de una amplia paleta de colores y texturas. El genial manejo de tremolo, el pizzicato y los glissandos les permitió crear unos espectaculares efectos especiales.
Y para cerrar la primera parte, una de las composiciones más emblemáticas y desafiantes del repertorio violinístico: la Sonata en sol menor, de Tartini, una pieza al alcance sólo de músicos excepcionales, con su célebre “trino del diablo”, que puso a prueba la excepcional maestría de Troussov (que con soltura se dirigió a los asistentes en un perfecto castellano para comentar cuanto le gusta España y para explicar la leyenda que rodea a esta pieza) y la perfecta compenetración con sus acompañantes, para generar una atmósfera sobrenatural y misteriosa. Es de destacar la indiscutible solvencia con la que el primer violín superó los pasajes de una dificultad técnica asombrosa y sumergió al público en un viaje de profundas emociones.
La segunda parte del concierto fue un precioso tránsito por la música española. Las suites de Falla, Tárrega, Albéniz, Malats y Cardelús, interpretadas con pasión y sensibilidad por el quinteto, transportaron a los asistentes a los rincones más auténticos de nuestra tierra. Los músicos ofrecieron en cada obra una experiencia diferente: desde la serenidad de Tárrega a la lírica de Granados, pasando por las interpretaciones de Spanish Dance n.º 1, de Falla, con su energía y ritmo, el derroche técnico de Tango, de Albéniz, y la entrañable calidez emocional de la pieza José Bergoglio, de Cardelús.
Volvió a la escena Kirill Troussov para enlazar tres magníficas obras. Dance Macabre, para violín y cuerdas, de Saint-Saëns, En la que el violín solista ejecutó pasajes alucinantes, con escalas rápidas, arpegios complejos y trinos elaborados, desde momentos pianísimos y misteriosos hasta secciones fortisísimas y festivas.
A continuación, Caprice espagnol, para violín y cuerdas, de Rimsky-Korsakow, una obra maestra que captura la esencia del folclore español. Los seis músicos se emplearon a fondo para ofrecer una paleta armónica rica y variada, con melodías inspiradas en danzas y canciones populares, pegadizas y llenas de carácter, en las que la orquestación generó experiencias auditivas muy especiales.
Y para cerrar una actuación estelar, la pieza Aires Gitanos, Op. 20 para violín y cuerdas, de Sarasate, una verdadera joya para el violín, en la que Troussov supo desplegar todas sus esencias con una maestría y seguridad deslumbrantes. El primer violín fue el protagonista de una obra repleta de pasajes de gran dificultad técnica, con escalas vertiginosas, dobles cuerdas, trinos y arpegios complejos, que exigieron toda la capacidad técnica del violinista, En apenas diez emotivos minutos explotó una amplia paleta de colores sonoros, desde los más dulces y líricos hasta los más brillantes y coloristas. Kirill Troussov supo proyectar su personalidad para darle un carácter único y dejar una interpretación para el recuerdo.
La sala se rindió a los pies de estos grandes músicos, que demostraron una vez más que la música clásica es capaz de emocionar y trascender las barreras del tiempo y el espacio. La perfecta combinación entre la sublime destreza de Troussov y la exquisita sonoridad del quinteto nos regaló una experiencia musical única que quedará grabada en la memoria de todos los asistentes.
Para despedir una noche a lo grande, un bis excepcional: Carnaval de Venecia, de Paganini, una obra maestra del repertorio violinístico por su belleza melódica.