
El Teatro Principal de Alicante se transformó durante 90 minutos en un laboratorio de sutileza y precisión, durante el recital del maestro pianista Christian Zacharias. El artista alemán, conocido por su erudición y su enfoque intelectual del repertorio, ofreció un programa meticulosamente diseñado para confrontar y hermanar la transparencia clásica con la chispa moderna. El recital se convirtió en uno de los eventos más esperados de la programación 2025-2026 de la Sociedad de Conciertos.
El valor diferencial de Christian Zacharias reside en la precisión cristalina de su técnica, que no sacrifica la profundidad emocional. En Alicante demostró que posee una habilidad única para establecer diálogos sutiles y contrastantes entre épocas y estilos, revelando la estructura interna de las obras.
Clasicismo y soledad romántica
El primer acto se erigió sobre los cimientos del clasicismo vienés y el lirismo melancólico de Schubert, estableciendo un diálogo de contrastes. Zacharias abrió con la Sonata G-dur Hob XVI: 39, de J. Haydn. Desde el Allegro inicial, el pianista demostró su dominio de la articulación cristalina. Cada nota fue un punto de luz que, en conjunto, dibujó la arquitectura perfecta de Haydn. La ligereza del Presto final, con su ritmo juguetón, fue ejecutada con una claridad que demostró que, en manos del maestro, la alegría no requiere de artificios.
El centro gravitatorio de la primera mitad llegó con los Moments Musicaux D 780 Op. 94, de F. Schubert. Zacharias trocó la precisión haydniana por una profunda introspección. El piano se tornó confesional, navegando con maestría entre la ternura del n.º 2 (Andantino) y el carácter urgente y trágico del n.º 3 (Allegro moderato en Fa menor). El pianista logró capturar la soledad inherente a Schubert, una tristeza bella que concluyó con la nobleza reflexiva del No. 6.
El regreso a Haydn, con la Sonate für Klavier C-Dur Hob. XVI: 48, sirvió como un anclaje estructural. El Andante con espressione fue un bálsamo de calma emotiva, que preparó al público para el Rondo: Presto, en el que la velocidad y la técnica se pusieron al servicio de la luminosidad, cerrando la primera parte con una ovación.
De la Clave a la Vanguardia Parisina
La segunda parte fue un fascinante ejercicio de yuxtaposición, un viaje desde el refinamiento barroco francés hasta el ingenio vanguardista de Poulenc, todo bajo la batuta sutil del piano.
El recorrido comenzó y terminó varias veces entre F. Couperin y F. Poulenc. Piezas como Les Moissonneurs, de Couperin, brillaron por su elegancia pulcra, preparando el escenario para la modernidad irreverente.
Los Mouvements perpétuels, de Poulenc, irrumpieron con su aire de café parisino, ejecutados con una gracia perezosa y un tempo perfectamente calibrado. Los contrastes fueron electrizantes: la introspección breve de la Improvisation 13, de Poulenc, se vio seguida por la brevedad punzante de la Sonate in c-moll K.158, de D. Scarlatti.
Uno de los momentos más emotivos de la noche fue la interpretación de la Improvisation 15 “Hommage à Edith Piaf, de Poulenc. Zacharias infundió el piano con la chanson francesa, dejando entrever el espíritu melancólico y popular de la musa.
El broche de oro, antes de la despedida, lo pusieron Les Baricades Mystérieuses, de Couperin, (una joya de textura etérea y enigmática), seguido por el lamento dulce del Intermezzo 2, de Poulenc, y la profunda Mélancolie, que ofreció un final sereno y reflexivo.
El público dedicó a Christian Zacharias una prolongada ovación, reconociendo no solo la impecable técnica del pianista, sino la inteligencia de un programa que supo dialogar a través de los siglos, dejando en Alicante la sensación de haber asistido a una lección magistral de historia de la música. El pianista les regaló una joya: Les Ombres Errantes, del compositor francés Couperin.







