El crítico Justo Romero publica en la revista digital Scherzo.es una crónica sobre el concierto que Yefim Bronfman ofreció en el Teatro Principal de Alicante invitado por la Sociedad de Conciertos de Alicante , que titula “Yefim Bronfman, cuando el virtuosismo se hace expresión”.
En el análisis sobre la actuación recalca que fue “Memorable. A pesar del repelús que siempre producen las palabras grandilocuentes y la prudencia en su uso que reclama cualquier crítica juiciosa, acaso sea el término “memorable” el que, en esta ocasión, mejor refleje la nueva actuación de Yefim Bronfman en la Sociedad de Conciertos de Alicante, donde ya había sido invitado en 2015 y 2022. El pianista uzbeko (nació en Taskent, en 1958), recriado en Israel y afincado en Nueva York, aglutina en su pianismo absoluto lo mejor de la escuela soviética y del pianismo centroeuropeo y estadounidense. Su recital fue un compendio de su universalidad y de la máxima excelencia. El programa, variado y cargado de enjundia, recorría las músicas de Mozart, Schumann y Debussy, para concluir con el poco programado monumento pianístico que es la Gran Sonata en Sol mayor, de Chaikovski. Fue, ciertamente, un recital memorable, de los que quedan eternamente grabado en la memoria del melómano.”
Resalta en su artículo que “se entiende que se programe tan poco poquísimo la Sonata de Chaikovski: las dificultades colosales de sus cuatro movimientos la hacen inaccesible a la mayoría de pianistas. “De perfección inalcanzable”, la consideró el propio Chaikovski. Virtuosismo máximo que, además, requiere una inteligencia musical clarividente, cargada de sabiduría y sensibilidad, capaz de dar forma y razón al inmenso y no siempre hilvanado caudal de motivos que introduce Chaikovski en esta obra apasionada e incandescente, que destila aromas schumannianos y resonancias beethovenianas. Todo lo dijo y resolvió Bronfman con incandescencia, claridad, equilibrio, cercanía y una perfección que rebate el argumento del propio compositor. Inimaginable versión más virtuosa y apasionadamente pianística, en la que, como en la Iberia de Albéniz, el virtuosismo se hace expresión, y viceversa. Bronfman hizo presente la referencia de la legendaria grabación de Richter”.
Señala también que “el éxito, claro, fue atronador. Con el Teatro Principal de la capital alicantina poblado por muchos jóvenes estudiantes de piano que escucharon y vitorearon a Bronfman como un verdadero ídolo. También el resto del aforo. Fueron tres bises, pero la tanda se podría haber prolongado incluso hasta los seis de Sokolov. Fascinó fuera de programa con la melodiosidad nostálgica de la “Canción de otoño” de Las Estaciones de Chaikovski, con el fuego alla marcia del Preludio en Sol menor, op. 23 nº 5 de Rachmaninov y un vertiginoso e implacable Estudio Revolucionario de Chopin. Memorable, sí. ¡E inolvidable!
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