El debut en la Sociedad de Conciertos de Alicante del excepcional violinista Leonidas Kavakos, acompañado magníficamente al piano por Enrico Pace, fue deslumbrante. Un programa con cuatro obras diferentes, marcadas por los contrastes y por la gran exigencia técnica. El “griego indomable” desplegó todo su talento y su dominio del instrumento en la excelsa interpretación de cuatro de las sonatas más relevantes y exigentes del repertorio mundial para violín y piano.
Kavakos fue fiel a su principio fundamental: interpretar desde la emoción, poniendo el corazón y la mente en cada nota, siendo fiel a la partitura y al compositor para descubrir lo que realmente quería decir en su música. Desde la primera pieza conquistó al numeroso público asistente con su personalidad arrolladora, su musicalidad y su exquisita técnica virtuosa.
En la primera parte del concierto mostró toda su versatilidad al interpretar de forma impecable la Violín Sonata nº 1, Op. 12, de Beethoven, una admirable pieza de corte clásico, en la que Kavakos expresó con precisión y belleza las variaciones y la diversidad de los momentos enérgicos, pero también los más pausados y dramáticos, para cerrar la obra con extraordinaria fuerza.
Dio un salto vertiginoso desde el clasicismo a una obra llena de innovaciones, intrincada y compleja, de Béla Bartók, la Violin Sonata nº 2. Se trata de una obra exigente, escrita para un virtuoso del violín del más alto escalafón, un desafío para el que Kavakos definió una gran paleta cromática con gran brillantez y seguridad en los pizzicatos, glissandos y trémolos, que entusiasmaron al público por su capacidad para hacer fácil lo difícil, con unas maneras tan cuidadas, sin dejar de profundizar en nuevos enfoques en la interpretación. La intensidad melódica de los momentos frescos cuando la danza húngara alcanza su mayor desenfreno construyó una magistral mezcla entre las ráfagas de notas de violín y los fuertes acordes del piano. La energía se disipó paulatinamente para dar paso a un pasaje más tranquilo, atormentado, que desemboca en un emotivo y expresivo final.
Después de la excepcional primera parte, había gran interés por lo que depararía la segunda. La pieza de apertura fue la Sonata for Violin and Piano nº. 2 in G major, de Ravel. Una pieza llena de eclecticismo que obligó a los dos músicos a un constante y armonioso diálogo entre el violín y piano para deambular con destreza y maestría por el personal estilo de Ravel, que va desde la música impresionista a las influencias rusas y al jazz. Kavakos se empleó a fondo para ofrecer la mejor versión de las variaciones rítmicas de esta obra emocionante y compleja, llena de lirismo y bellos contrastes. Especial presencia tuvo la destacada actuación del violín en el espectacular perpetuum mobile del tercer movimiento.
El cierre perfecto fue la Sonata in A major for Violin and Piano, de Frank, una fantástica pieza, su obra maestra, considerada una de las más importantes del repertorio de violín y piano, famosa por el tema cíclico que se escucha en diferentes formas y tonalidades que unifica toda la obra. Kavakos alcanzó el clímax con esta pieza sublime, un verdadero monumento musical. El violinista superó este gran reto desplegando todo su virtuosismo, el preciosismo de su sonido y su magistral capacidad para transmitir todos los sentimientos que despliega la obra: pasión, angustia, pena e intenso dolor, hasta llegar al pasaje final cargado de alegría resignada.
Una prolongada ovación hizo regresar a los dos músicos varias veces al escenario para disfrutar de su extraordinario triunfo, en uno de los conciertos más memorables de la temporada del 50 aniversario de la Sociedad de Conciertos de Alicante. Agradecieron al público su entrega con el bis Andantino de la Sonata para violín en la mayor, op. post. 162, D 574, “Gran Dúo”, de Schubert.