Adolfo Gutiérrez Arenas (violonchelo) / Lugar: Teatro Principal de Alicante / Fecha: 31 de octubre de 2023.
La sublimidad musical de Bach, por David Garrido (Crítico de música clásica)
Si afirmo que Johan Sebastian Bach es un músico sublime, con ello ―¡seguro!― no descubro nada nuevo al melómano. Ahora bien, tener la oportunidad de oírlo y gozarlo en directo no es algo ―desdichadamente― que suela suceder a menudo en las salas de conciertos, más todavía un programa dedicado al completo a él. Quizás la culpa de ello, en buena parte, la tengan los románticos decimonónicos, que han sido convertidos en los únicos habitantes del Parnaso de la música llamada «clásica» por la melomanía social del presente. Además, por inverosímil que pueda parecer, en su momento el Romanticismo musical olvidó a Bach ―bueno, con la excepción de Schumann― y el excepcional músico de Leipzig ―porque Bach, a mi modesto parecer, es el creador más extraordinario de la historia de la música― fue postergado hasta que músicos como el también genial Pau Casals lo reivindicaron ya entrado el siglo XX. Fue este afamado violoncelista catalán quien lo rescatase del olvido, descubriendo primero e interpretando y divulgando después, precisamente, esas seis suites para violonchelo que Adolfo Gutiérrez Arenas interpretó, con mucho pundonor y elegancia, además de momentos de voluptuoso virtuosismo, el martes 31 de octubre, víspera de Todos los Santos, en el Teatro Principal alicantino.
Las suites para violonchelo de Bach, junto con sus sonatas y partitas para violín son prodigios compositivos en que el compositor sobre un instrumento monofónico consigue la polifonía a partir de una escritura musical densa y sublime, todo un derroche de notas bien conjuntadas sobre un tejido armónico espectacular para construir melodías prodigiosas como jamás se han escrito para violonchelo. Pau Casals bien que lo sabía. En esta ocasión las disfrutamos ejecutadas a través de las manos magistrales de Gutiérrez Arenas sobre un violonchelo Ruggeri de 1673, que, sinceramente, deslumbró y nos proporcionó a los presentes una velada musical de una abigarrada carga melódica y emotiva. I es que Bach también agita las emociones: ¿cómo no sentirse conmovido con la riqueza expresiva que desprenden las notas del «Preludio» de la primera suite. Con ella, con la Suite núm. 1 se inició el concierto, a los que siguieron la 4 y la 5. Después del intermedio, vinieron las otras tres: la 2, la 3 ―¡prodigiosa!― y la 6. En definitiva, dos horas de música de Bach ininterrumpida para disfrute del público.
Cada suite comprende seis movimientos, el preludio y cinco danzas: allemande, courante, zarabande, menuet en algunos casos y bourré en los otros, para finalizar con la gigue. Los preludios exhalan grandeza, con fraseos melódicos que parecen denotar pensamientos elevados, las allemandes y las courantes expresan sobre todo elegancia, implementada por los jugueteos digitales del intérprete, a las que siguen los ritmos gráciles de las bourrées y menuetes para converger en los apoteosis finales de las gigues. En resumidas cuentas, he aquí Bach en toda su grandeza a través de sus suites para violoncelo, magistralmente desarrolladas por un gran violoncelista.