Martín García García es una de las figuras más prometedoras de su generación. El joven y brillante pianista español, demostró en Alicante que está dotado de una gran personalidad escénica, un talento excepcional, una pasión por la música y una técnica pianística sólida y refinada, que han captado la atención de la crítica y del público. Ofreció un recital sin reservas, original y sobresaliente. Durante más de dos horas sumergió al público en un universo sonoro en el que Chopin y la música española conectaron de manera sublime con unos asistentes sorprendidos por el nivel del artista.
La primera parte del concierto estuvo dedicada íntegramente a la obra de Frédéric Chopin. El pianista inició su recorrido con la majestuosa Polonesa-Fantasía en la bemol mayor, Op. 61, una pieza muy exigente que requirió del artista una técnica impecable y una gran capacidad expresiva. García García demostró poseer ambas cualidades, regalando a los asistentes una interpretación llena de fuerza y lirismo.
A continuación, el público disfrutó de una selección de Impromptus de Chopin, obras que revelan la faceta más íntima y espontánea del compositor polaco. El pianista abordó cada uno de ellos con una sensibilidad exquisita, destacando especialmente la melancolía del Impromptu No. 2 en fa sostenido mayor, Op. 36 y la brillantez del Impromptu No. 3 en sol bemol mayor, Op. 51, lleno de vitalidad, emoción y expresividad. El pianista demostró su gran habilidad técnica en los pasajes rápidos y complejos. La primera parte culminó con la Sonata en do menor No. 1, Op. 4, una obra de juventud que ya revela el genio de Chopin. El joven artista ofreció una interpretación apasionada y conmovedora, en la que destacó la tensión dramática del primer movimiento y la belleza lírica del segundo.
Tras un breve descanso, el joven artista gijonés regresó al escenario para interpretar obras de dos compositores españoles: Federico Mompou e Isaac Albéniz. Las Variaciones sobre un tema de Chopin, de Mompou, una obra maestra de la música para piano que establece un diálogo fascinante entre dos de los compositores más importantes del siglo XIX y principios del XX. García García las interpretó con una delicadeza extraordinaria, resaltando la elegancia, la sutileza y la sofisticación del estilo minimalista y refinado de Mompou.
La segunda parte del concierto concluyó con tres creaciones de Isaac Albéniz: La Vega, El Polo y Lavapiés, pertenecientes estas dos últimas al tercer cuaderno de su obra maestra Iberia. El artista transportó a los asistentes a los rincones más pintorescos de España a través de estas evocadoras piezas, con reminiscencias folclóricas, en las que pudo demostrar su gran versatilidad como intérprete, generando un gran colorido musical amplia gama de tonalidades y texturas.
El concierto terminó con el público agradeciendo el derroche de energía y creatividad del pianista, al que tributó una cálida y efusiva ovación, que fue correspondida con dos nuevas joyas musicales: la Rapsodia Húngara 10, de Liszt y Preludios Brezos, de Debussy. Sin duda, estamos ante uno de los pianistas más prometedores de su generación.