Quien pensó que lo que había visto y oído todo con la exhibición del virtuoso violinista Kirill Troussov acompañado por el Quinteto Virtuosos de la Filarmónica De Berlín, no podía imaginar que, una semana después, los Solistas del Covent Garden dirigidos por el primer violín, Vasko Vassilev, convertirían el Teatro Principal de Alicante un el olimpo de la música clásica con un colosal recital para el que faltan calificativos, que abarcó desde la Italia del siglo XVIII hasta la España romántica.
El impecable conjunto formado por Vasko Vassilev, solista y director; los violines Renata Ulumbekova y Kaoru Yamada; el viola Ducan Commin; el violonchelo Samuel Sherwood; y el contrabajo Tony Hougham; asombró a un público entusiasmado con la calidad de los músicos. Destacó el primer violín por su capacidad para conectar a través de su música, su profundo conocimiento del repertorio y por su técnica impecable. Ofreció un recital con una marcada personalidad, lleno de sonidos excepcionales, de afinamiento, precisión y claridad, pero también de sensibilidad. Su labor, además, fue fundamental para la cohesión y la excelencia de la interpretación.
La primera parte del concierto fue un viaje por el barroco. Nos transportó al siglo XIX con la Sonata n.º 3 en do mayor, de Rossini, una obra para cuarteto que, a pesar de su brevedad, destiló una energía y un virtuosismo propios del compositor italiano. Los Solistas del Covent Garden, liderados por el carismático Vasko Vassilev, abordaron esta pieza con una frescura y una precisión que cautivaron, con momentos de verdadero lucimiento de todo el grupo, pero sobre todo del primer violín, con pasajes extremadamente rápidos y exigentes.
A continuación, el turno fue para el Concierto en La menor RV 356 n,º 6, de Vivaldi, una obra maestra de las más populares y representativas del compositor veneciano. Su interpretación, llena de dulzura y expresividad, nos transportó a los fastuosos palacios venecianos. La calidez de la obra llegó a su cénit en el Largo, marcado por el profundo sentimiento intimista de Vassiley. Su interpretación fue un equilibrio perfecto entre la melodía dulce y las ornamentaciones virtuosísticas, que dibujaron momentos inolvidables.
La primera parte culminó con la Ciaccona en Sol menor, de Vitali, que destaca por la extrema dificultad técnica y la belleza expresiva. Vassiley mostró todas sus habilidades técnicas y expresivas en los pasajes rapidísimos, en las dobles cuerdas y en las ornamentaciones complejas. La excepcional interpretación dejó bellos contrastes desde la alegría y la energía hasta la melancolía y la introspección, generando un sonido envolvente, cautivador.
Tras un breve intermedio, la segunda parte comenzó con la brillante y coordinada interpretación de otra pieza de Vivaldi, El Concierto en La menor RV. 522 Op. 3, n.º 8 para dos violines y cuerdas, una obra llena de complicidad musical, con una melodía acoplada y colorista. El diálogo entre los dos violines fue uno de los momentos más fascinantes y cautivadores de la noche.
Que el programa incluya obras de Sarasate siempre es una declaración de intenciones por la dificultad que entraña su interpretación. Las dos obras escogidas, Navarra y Fantasía de Carmen (sus piezas más conocidas), fueron el marco ideal para cerrar el concierto con una exhibición de su virtuosismo deslumbrante. El público se rindió ante la excepcional interpretación de los dos violines que sonaron a un ritmo frenético en la primera, el apogeo llegó con la pasión del drama de la segunda, repleta de pasajes virtuosísticos en la que los músicos mostraron una técnica impecable: escalas rápidas, arpegios, dobles cuerdas y trinos, entre otros ornamentos, que se suceden a un ritmo vertiginoso.
Los asistentes, puestos en pie, en pleno éxtasis, agradecieron un concierto de tanta calidad y entrega con un prolongado y caluroso aplauso acompañado de sentidos gritos de ¡bravo!, lo que provocó que los artistas saliesen repetidas veces a saludar. Para devolverles tanto cariño los Solistas del Covent Garden les regalaron el bis Meditación de Thais, de Massenet.
El público quedó profundamente conmovido por un concierto de primer nivel en el que Vasko Vassilev fue la estrella que brilló con luz propia.