Yefim Bronfman, un pianista colosal
Yefim Bronfman, Mister Fortissimo, como lo denominó el escritor Philip Roth en la novela La mancha humana, transitó en el concierto que ofreció en el Teatro Principal entre la energía más intensa y la sutileza más delicada, con un virtuosismo colosal. El pianista de origen uzbeko confirmó en su segunda visita a la Sociedad de Conciertos de Alicante por qué reside en el Olimpo de la música de cámara actual. Brindó un grandioso concierto que le confirma como uno de los mejores pianistas del mundo dotado de una inigualable técnica y una capacidad suprema de transmitir emociones, matices, colores y perspectivas, para darle a cada tema una profundidad musical insondable.
Dedicó Bronfman la primera parte del concierto a Ludwig van Beethoven, con dos sonatas muy exigentes tanto en lo técnico como en lo emocional. La Sonata n.º 11 en si bemol mayor, op. 22, la culminación de las primeras sonatas del compositor a la que el artista le dio la altura de obra suprema llena de evocaciones románticas, colmada de bellos contrastes melódicos que fueron acumulando emociones hasta el espléndido clímax final.
Abordó a continuación la Sonata n.º 23 en fa menor, op. 57, conocida como la «Appassionata», en la que puso de manifiesto su extraordinaria brillantez y categoría para afrontar la dificultad técnica de la pieza y el espíritu de la composición, en la que transmitió su enorme tensión emocional, su potente fuerza dramática, proporcional a la sencillez de su base estructural. El pianista interpretó de forma magistral, gracias a su intensidad y personalidad arrolladora,
los contrastes, silencios y cambios de registros sonoros, para dar paso a lo desconocido, lo inesperado y lo emocionante de la sonata.
En la reanudación, inició su actuación con la delicada Arabeske en do mayor, op.18, de Schumann, en la que Bronfman nos sumergió en un ambiente poético lleno de sutilidad armónica que cautivó a los asistentes, con una ejecución que narró una confesión apasionada llena de interrogantes y matices, con momentos líricos, que confrontan con otros enérgicos y plenos de vivacidad, en el camino hacia un exquisito posludio.
Cerró su excelsa actuación con la Sonata n.º 3 en si menor, op. 58, de Chopin, dedicada a la condesa Emilie de Perthuis y que representa la culminación de su música para piano. El artista desplegó todo su talento para regalar una música ligera como el aire, llena de estados de ánimo cambiantes y lirismo. La interpretación de la pieza estuvo marcada por una melancolía serena, elegante y sostenida hasta alcanzar un final de un virtuosismo asombroso.
Bronfman puso un broche de oro a una noche memorable con los bises del maestro Chopin: Nocturno op.27 n.º 2 y Étude op.10 n.º 12.