El pianista Josu de Solaun dejó constancia en el Teatro Principal de Alicante de que es un artista excepcional, que destaca por la magia de su virtuosismo técnico y por su profunda comprensión interpretativa. En su actuación, dentro del programa de la Sociedad de Conciertos de Alicante, superó con éxito el variado y dificultoso repertorio con el que deleitó al público. Su técnica impecable, su expresividad y su sensibilidad dieron forma a un concierto conmovedor.
Abrió el esperado recital con una preciosa interpretación de Arabesca Op.18, de Schumann, una bella obra, breve, llena de lirismo evocador de una gama de sentimientos, desde la melancolía hasta la alegría serena. La obra consta de dos secciones claramente definidas, con un tema principal que se repite y se desarrolla a lo largo de la pieza. Su carácter íntimo y personal invitó a los asistentes a sumergirse en un mundo de reflexión. El pianista estuvo especialmente brillante en los delicados pasajes melódicos, con un perfecto equilibrio entre la virtuosidad y la expresión.
Siguió con la Gran Sonata en Fa sostenido menor, Op. 11, del mismo autor, una obra grandiosa, monumental, clave en el romanticismo. Una pieza extensa en la que Josu de Solaun superó con éxito los desafíos técnicos que el autor desarrolló en esta exigente y creativa obra, con una variedad de emociones desde la más intensa pasión a la profunda introspección. La cuidada interpretación impregnó el ambiente de un dramatismo poderoso.
La segunda parte también fue monográfica, en este caso con dos piezas de Brahms. La primera, Tres intermezzi, Op. 117, una colección de piezas pianísticas exquisitamente elaboradas que representan la madurez creativa del compositor, llenas de retazos íntimos. El artista aprovechó todas las capacidades del instrumento para crear una textura pianística rica y variada (con arpegios, contrapuntos hábilmente entrelazados y acordes densos) que enaltecieron la sonoridad de la pieza. A lo largo de la pieza Solaun jugó con los cambios de volumen para crear momentos de intensidad y calma, pero también con los tempos para que cada pieza tuviese su propio carácter, lleno de armonías ricas y cromáticas.
Cerró la actuación con Seis piezas para piano, Op.118, una colección de composiciones marcadas por un escenario emocional único cada una de ellas. Todas están impregnadas de melodías líricas sublimes, características del estilo maduro de Brahms. Las melodías se entrelazaron con armonías ricas y cromáticas, creando una atmósfera de profundas sensaciones. Los pasajes suaves y delicados alternaron con secciones más poderosas y enérgicas, añadiendo fuerza a la magnífica interpretación.
A lo largo de las seis piezas Solaun emprendió una exploración armónica sofisticada, con acordes extendidos, modulaciones sutiles y progresiones armónicas inesperadas que crearon una paleta musical rica y colorista. Especial relevancia adquirieron los contrapuntos hábilmente entretejidos para enriquecer la textura. La capacidad técnica y versarilidad de Solaun quedó patente desde los intermezzi y baladas hasta las danzas y variaciones.
El bis Ondine, de Debussy, fue la pieza con la que Solaun agradeció el caluroso aplauso que le dedicaron los asistentes.