El Teatro Principal de Alicante disfrutó anoche con la brillante maestría de la pianista Judith Jáuregui, que ofreció un recital memorable con un programa “que es puro amor” en la el cierre del ciclo de la Sociedad de Conciertos de Alicante. La artista donostiarra desplegó una paleta sonora rica y matizada, evidenciando una técnica depurada al servicio de una profunda musicalidad.
La primera parte del programa nos sumergió en un universo de contrastes, comenzando con la delicadeza melancólica de Frédéric Chopin. En la Mazurka Op. 17 n.º 1 en si bemol mayor, Jáuregui demostró un control exquisito del legato y una comprensión innata del ritmo polaco, resaltando las sutilezas armónicas con una digitación precisa. La Mazurka Op. 17 n,º 2 en mi menor, reveló una intensidad contenida, en la que la pianista exhibió una notable independencia de las manos, dibujando con claridad las diferentes líneas melódicas. La atmósfera introspectiva continuó con la Mazurka Op. 17 n,º 4 en la menor, en la que Jáuregui enfatizó el carácter lánguido y melancólico a través de un fraseo cuidado y una dinámica sutil. Para cerrar el bloque chopiniano, la compleja Mazurka Op. 63 n,º 3 en do sostenido menor, puso de manifiesto su agilidad y capacidad para abordar pasajes de gran exigencia técnica con una musicalidad orgánica, destacando los cambios de humor y la riqueza contrapuntística.
El viaje prosiguió hacia los paisajes sonoros nórdicos de Edvard Grieg. La lírica sencillez de la Pieza Lírica Op. 12 n,º 1: Arietta, fue interpretada con una pureza cristalina, mostrando un toque ligero y expresivo. En Pieza Lírica Op. 43 n.º 1: Mariposa, la agilidad de Jáuregui se hizo evidente en los motivos fugaces, evocando la ligereza del insecto con una ejecución brillante y precisa. La contrastante Pieza Lírica Op. 54 n.º 3: Marcha de los trolls, una pieza exigente llena de energía y un sentido del ritmo marcado que la pianista abordó con vigor y precisión, creando una atmósfera entre lo grotesco y lo juguetón. El lirismo regresó con la Pieza Lírica Op. 54 n,º 4: Notturno, donde la calidez del sonido y el legato fluido resaltaron la belleza melódica de la pieza.
La primera parte concluyó con un guiño a la música española a través de Manuel de Falla. De sus Cuatro Canciones Españolas, Jáuregui interpretó con garbo y carácter la Aragonesa, en la que su dominio del ritmo y los acentos dieron vida a la danza. En la Andaluza, su capacidad para evocar la sensualidad y el lirismo melódico fue palpable, con un uso expresivo del rubato.
Tras el descanso, la segunda parte se abrió con una conmovedora interpretación de Widmung, de Robert y Clara Schumann, en la transcripción para piano solo. Jáuregui transmitió la profunda emotividad de la pieza con un sonido cálido y un fraseo lleno de sentimiento, evidenciando una gran conexión con la obra.
A continuación, escuchamos el célebre Ständchen, de Franz Schubert, en la trascripción de Franz Liszt. La pianista demostró su versatilidad técnica, superando las demandas virtuosísticas de la obra con elegancia y control, sin perder la esencia lírica y melódica de la canción original. Su capacidad para crear diferentes planos sonoros fue particularmente destacable.
El romanticismo exaltado de Franz Liszt llegó con el Liebestraum n.º 3. Jáuregui ofreció una lectura apasionada y lírica, con un sonido pleno y una exquisita sensibilidad en el tratamiento de la melodía principal.
La velada culminó con la grandiosa Wanderer Fantasie, de Franz Schubert. Jáuregui mostró todas las virtudes: una técnica impecable en los pasajes más intrincados, una sonoridad poderosa y a la vez lírica, un gran sentido de la arquitectura de la obra y una capacidad para navegar con fluidez entre sus contrastes. Su interpretación fue de una intensidad dramática palpable, dejando al público absorto ante su entrega y virtuosismo.
Judith Jáuregui cerró en Alicante una noche de música memorable, con el bis Consolación n.º 3, de Listz, un regalo de la pianista ante los encendidos aplausos de un público entregado.