Los Pequeños Cantores de la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid (ORCAM) nos hicieron vivir una mágica aventura sonora en el Teatro Principal de Alicante. Bajo el título evocador de “Omnis Terra, Omnis Gentes”, promovido por la Fundación Sociedad de Conciertos de Alicante, nos embarcó en un viaje musical sin escalas alrededor del mundo.
Desde el primer instante con el solemne y a la vez esperanzador Omnis terra, omnis gentes, de D. Azurza, el público fue consciente de que iba a vivir un concierto especial que les propondría una inmersión cultural a través de las voces cristalinas de estos jóvenes artistas. Dirigidos con la batuta precisa y sensible de Ana González, que realizó una inteligente selección de un repertorio que brilló con luz propia, y arropados por el elegante acompañamiento de Álvaro Martín, los pequeños cantores llevaron a los asistentes de la mano para cruzar fronteras melódicas.
De la dulce serenata napolitana de Santa Lucía, de L. Giordigian; al apasionado bandoneón imaginario de Libertango, de Astor Piazzolla, con arreglos de O. Escalada; la versatilidad fue la estrella de la tarde. Nos emocionó la delicadeza eslava de Nóchka, de Rachmaninoff, cantada con una ternura que llegaba al alma, para luego transportarnos a atmósferas más contemporáneas con la envolvente Ua Noite, de T. Stokes.
Pero la cosa no quedó solo en escuchar. En varias ocasiones, la música se hizo visible con unas coreografías sencillas pero encantadoras, que añadían una capa extra de disfrute y dinamismo, especialmente en piezas como el castizo Carbonero, que nos trajo el sabor de Castilla. Fue emocionante verlos moverse y cantar con esa energía era contagioso.
El programa fue un crisol de culturas: el juguetón O-Re-Mi, de R. Bucknor, la poética descripción de El Viento, de A. Grau, la delicadeza japonesa de Hotaru Koi, de R. Ogura, la melancolía levantina de Mareta, de Tárrega, un guiño a la Comunidad Valenciana, el ritmo festivo de El Cañaveral, de R. Alasco, y el divertido trabalenguas sonora de Ikimilikiliklik, de T. Stokes. Cada pieza era un nuevo pasaporte a un rincón del planeta.
El apasionante viaje nos llevó por otros senderos igual de fascinantes: la cadencia brasileña de “Nesta Rua”, el vibrante ritmo uruguayo de Candomberé, de U. Fischer, de la ternura de Jani, de S. Mence, el enérgico grito maorí de Oihu Hau, de D. AZURZA, la sonoridad turca de Tohumlar, de C. Fender, la dulzura de la nana africana José imbela o menino, de A. Ruiz, la conmovedora pregunta de Can You Hear Me, de B. Chilcott y para cerrar con un toque castizo y alegre, un Chotis, de D. Azurza que aportó un espíritu festivo y castizo.
Fue una tarde en la que la pureza de las voces infantiles se unió a la riqueza de melodías de todo el mundo, demostrando que la música es, verdaderamente, un lenguaje universal, una celebración de la diversidad cultural y la capacidad de la música para emocionarnos y unirnos. Los Pequeños Cantores de la ORCAM no solo cantaron, nos contaron historias de cada rincón del planeta con una frescura y un talento que hicieron brillar el Teatro Principal. Un concierto que dejó una sonrisa en el rostro y la sensación de haber viajado muy lejos sin movernos de nuestra butaca.
El público les ovacionó con intensidad durante varios minutos y el coro les dio las gracias con la repetición de la vistosa pieza Ikimilikiliklik, de T. Stokes