El Cuarteto Belcea, que pronto cumplirá treinta años de vida, se encuentra en un momento de gran madurez interpretativa. Cada concierto se convierte en una exhibición de intensidad, fantasía y pureza en el tono gracias a la intensa compenetración de sus integrantes. Todas estas peculiaridades la convierten en la formación camerística de cuerda por excelencia, capaz de entusiasmar al público de la Sociedad de Conciertos de Alicante desde los primeros compases de un concierto bello, lleno de reflexión y alarde de talento en su quinta visita al Teatro Principal.
El cuarteto exhibe un abanico infinito de recursos técnicos y musicales, acompañado de un ímpetu que da sentido a cada frase que acometen. Así fue desde el primer movimiento del Cuarteto de cuerdas No. 10, D 87, de Schubert, una de las piezas más redondas de su adolescencia. Los artistas firmaron una interpretación a la altura de la exigencia instrumental de la obra, enfatizando los momentos de fuerza en claro contraste con los más melancólicos y desenfadados.
Cerraron la primera parte con una ejecución magistral del Cuarteto de cuerdas, Op. 10, de Debussy, en la que mostraron un equilibrio siempre perfecto entre las voces, una plasmación armónica impecable tanto de la melodía como del acompañamiento y una perfecta definición de los diferentes retratos impresionistas que sugiere el autor. La interpretación estuvo a la altura de la dificultad de esta composición innovadora desde los dos primeros y excepcionales movimientos hasta los contrastes sonoros entre los pasajes con pizzicato y de arcos. El virtuosismo de los artistas permitió disfrutar de texturas y efectos sonoros sorprendentemente bellos.
El público les premió su entrega con una cerrada ovación, preludio de una segunda parte del concierto esplendorosa, en la que brillaron con la interpretación del Cuarteto n.º 1 (opus 59), de Beethoven, su compositor preferido. A pesar de la longitud y densidad de la obra, la calidad interpretativa del cuarteto sirvió una vez más como garantía de una interpretación en la que destacaron la calidez de los bellísimos cantábiles y el perfecto desarrollo del discurso, cargado de fantasía y sentimientos profundos. En toda la obra se aprecia la energía de la influencia rusa y la sutilidad más delicada, para crear una atmósfera seductora de complicidad con un público que se entregó ante la excepcionalidad del concierto que acababan de disfrutar.
Como cierre y agradecimiento a la cerrada ovación que concluyó el programa, el Cuarteto Belcea interpretó como bis el segundo movimiento del recientemente compuesto cuarteto del joven compositor francés Guillaume Connesson.